MICRORRELATOS
1. LA ÚLTIMA VEZ
Casi no recordaba la última vez que la había visto. Pasó en el 2002, pero yo no estaba en casa cuando se fue.
Ayer me dormí pensando en ella. Me desperté a mitad de la noche y, algo dormido, la vi sentada a los pies de mi cama. Volví a cerrar los ojos unos segundos, hasta que entendí. Pero cuando miré de nuevo ya no estaba más.
Creo que solo quería confirmar que yo estuviera bien, como siempre hacen las madres.
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2. EL ENCUENTRO
Cuando empezó la lluvia, corrió en la oscuridad hasta que encontró refugio en una dársena de colectivo, donde tampoco se veía nada.
- ¡Ey!
- ¿Yo?
- Si, vos.
- ¿Qué?
- ¿Quién sos?
- ¿Quién sos vos?
- Yo.
- Yo, ¿quién?
- Vos
- ¿Sos yo?
- No se
- ¿Y yo quién soy?
- ¿Y yo que sé?
Enseguida dejó de llover, pero él se quedó quieto un rato más. Sin saber aún si realmente estaba solo. Sin saber aún dónde estaba realmente.
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3. EL SILENCIO
Que lindo el silencio. Que paz en el silencio. Que largo el silencio. Que difícil el silencio. Que honesto el silencio. Que duro el silencio. Cuánto ruido en el silencio. Que armonía en el silencio. Que alivio el silencio.
Que lindo el silencio.
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4. CINCUENTA Y TRES
Nadie celebra los cincuenta y tres. Quizá porque no es un número redondo, o porque es primo. La gente ni siquiera se acuerda que cumple cincuenta y tres, salvo que hayan nacido en un año redondo, suele ser difícil la cuenta.
Hoy me acordé de su cumpleaños, quizá porque nació en 1970 y es fácil de contar. O, tal vez, porque la cuenta me da que ya van veintidós que no podemos festejar.
Feliz cumpleaños.
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5. ÉL Y YO
Estamos los dos acá, pero solo lo ven a él. Lo saludan, le sonríen, algunos hasta le dan cosas. Por esta plaza pasan cientos de personas cada día, y siempre es igual. Intenté hacer como él y acercarme a las personas, pero a mi me ignoran.
En definitiva, es mucho más fácil ser perro, que ser pobre.
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6. SEGUÍ BUSCÁNDOME
Me desperté hace un rato y vi que todavía no me alcanzaste. Te dejo esta carta, y la última barrita que me queda. No estoy seguro de qué día es, o cuánto tiempo pasó. Todavía hay olor a quemado y se ve humo desde acá arriba, pero me tengo que mover porque casi no tengo comida. Voy a salir con la bici para el lado de Mar del Plata. No sé qué tan lejos voy a llegar, ojalá encuentre algo para comer.
Si lees esto, seguí buscándome. Te quiero y te extraño mucho.
Papá
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7. LA FOTO
Mi abuela siempre dijo que en la casa abandonada del barrio vivían fantasmas, y que, por eso, nunca debía entrar allí. Por supuesto, eso solo hizo crecer la idea de querer hacerlo.
Hace veinte años entré por primera y única vez. Al ingresar, vi una foto tirada en el piso; era muy, muy vieja, en blanco y negro. Se me veía a mí, de niño en esa misma casa, cuando todavía era nueva, disfrazado de Batman y con un regalo de cumpleaños en la mano. Detrás, las paredes blancas como recién pintadas y tres cuadros de paisajes con montañas.
Me di vuelta aterrado para irme, pero la puerta no estaba más. Subí, bajé, recorrí y caminé. Jamás solté la foto.
Nunca más, tampoco, pude salir.
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8. ME MOLESTA
Hoy, de nuevo te extrañe mucho, y eso me molesta.
Me molesta porque ya no me acuerdo de vos.
Ya no me acuerdo de vos, y todavía te extraño.
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9. LA FELICIDAD
¿Existe tal cosa como la felicidad?
La felicidad es ese instante;
La felicidad son ellos;
La felicidad es ese recuerdo;
La felicidad es ese esfuerzo;
La felicidad tiene un nombre;
La felicidad tiene una foto.
Quizá solo se trata de entender que la felicidad, en realidad, son solo momentos felices.
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10. PORQUE LO DICE TU ABUELA
Ese día mamá llegaba tarde a casa así que cocinó. Agarro carne que había en la heladera, midió tres dedos desde cada punta, cortó esos trozos y los volvió a guardar.
— ¿Por qué cortas las puntas, pa?
— Porque la carne al horno se cocina así.
— ¿Por qué?
— Porque mamá cocina así.
En la cena, le pregunté a mamá.
— Ma, ¿por qué se cortan las puntas de la carne para cocinarla?
— Porque la carne al horno se cocina así.
— Pero, ¿por qué?
— La abuela me enseñó que se cortan tres dedos de cada punta.
Ese fin de semana la vi a mi abuela y le pregunté.
— Abue, ¿por qué se cortan las puntas de la carne para cocinarla?
— Porque la carne al horno se hace así.
— Y, ¿por qué?
Mi abuela se levantó, fué hasta la cocina y trajo una asadera pequeña. Me la enseñó y me dijo:
— Porque sino no entra en la asadera.